Probé la marihuana a la tierna edad de 14 años. Si bien es una edad muy corta para experimentar una planta con este tipo de efectos, también es importante reconocer que más allá del Tabú, esta es la edad en la cual una gran parte de la gente empieza a experimentar con este y otros tipos de sustancias, tanto legales como ilegales. Recuerdo que fue en un parque al norte de Bogotá y, si bien esa vez no sentí nada, las siguientes veces la marihuana abrió mi cabeza en mil dimensiones; era la primera vez que sentía algo psicodélico, espiritual y dimensional. No entendía (y sigo sin hacerlo) por qué era tan mal vista para el mundo, pero me comí un poco el cuento y a partir de eso fumaba muy de vez en cuando, con miedo a que me descubrieran y con una gran sensación de culpa, como si estuviera haciendo algo malo.
Si bien Colombia es un país reconocido por sus paisajes exuberantes, su rica cultura y su biodiversidad, también lo es por los ciclos de violencia producidos por el narcotráfico, que ha sido el resultado indeseado de una política antidrogas perversa, que terminó siendo más nociva que el consumo mismo de las sustancias que se querían erradicar. Ser consumidor activo de marihuana en un país que ha sido azotado por su producción es una reflexión ardua que puede entregar una serie de argumentos matizados entre la libertad individual y la violencia colectiva. Si hay algo cierto es que finalmente somos dueños de nuestras acciones y podemos intentar reducir al máximo el impacto negativo producto de nuestro consumo. Mi solución personal fue plantar mi propio cannabis para suplir mi consumo y el de aquellos amigos que disfrutan de un buen “barulo” sin agroquímicos, pesticidas ni sangre de por medio.
Es interesante ver cómo en estos 18 años las cosas han cambiado y miles de nuevas oportunidades han emergido frente a los usos del cannabis como una sustancia que amasa miles de millones de dólares anualmente. Se afirma que para 2028 la demanda mundial de cáñamo industrial ascienda a los 4.900 millones de dólares y la de cannabis medicinal a los 22.460 millones. Lo que resulta algo triste, tal vez, es que los países productores del sur global no hayan tenido nunca ni voz ni voto frente a las visiones posibles del uso del cannabis y hayan sido los grandes hegemones los dueños de la legalidad y la moral. Si Estados Unidos hubiese cambiado de opinión en los años 80’s, tal vez la cantidad de campesinos muertos y de grupos armados en nuestro país hubieran sido mucho menores.
Pasando al tema que nos atañe, creo que Colombia tiene el potencial de convertirse en un destino clave para el turismo cannábico, sobre todo teniendo en cuenta la creciente legalización de su uso medicinal e industrial en varias partes del mundo, así como también la apertura gradual en algunos aspectos del uso recreativo. Colombia es hoy uno de los países que produce algunas de las cepas de cannabis más valoradas en el mundo y es al tiempo el tercer destino turístico más importante de latinoamérica, solo después de México y Costa Rica. Este hecho ha comenzado a atraer a viajeros internacionales que buscan no solo experimentar el paisaje y la cultura, sino también disfrutar de la planta en un entorno natural que fomenta el bienestar y la conexión.
Sin embargo, el camino hacia el desarrollo de un turismo cannábico sigue plagado de desafíos. La estigmatización y satanización de la planta, derivadas de décadas de políticas prohibicionistas y narrativas que asocian el cannabis con la criminalidad, han limitado el aprovechamiento pleno de esta industria. Esto, a pesar de que los datos muestran que el cannabis recreativo es menos nocivo que otras sustancias legales como el alcohol o el tabaco. Es justamente este pensamiento conservador y retrógrado, que intenta tapar el sol con un dedo, que el 20 de marzo del 2023 en su octavo debate, el senado rechazó la legalización del uso recreativo de la marihuana a pesar de haber tenido 47 votos a favor y 43 en contra, ya que no lograba pasar el umbral necesario para aprobar el proyecto de ley.
El potencial del turismo cannábico en Colombia radica en la diversidad de experiencias que puede ofrecer. Desde catas de cannabis en la ciudad, similares a las que se hacen con el vino o el café, hasta retiros de bienestar que combinan la planta con prácticas como el yoga, la meditación y la conexión con la naturaleza. También podría abrir la puerta a experiencias culturales y educativas que incluyan visitas a plantaciones, recorridos por fincas productoras y talleres sobre el uso medicinal e industrial del cannabis.
A nivel económico, el impacto podría ser significativo. Colombia ya ha mostrado interés en promover la industria del cannabis con iniciativas como el programa ‘Desarrollo productivo de las industrias del cannabis y el cáñamo’, que busca fortalecer la cadena productiva. Sin embargo, la hipocresía persiste en la legislación sobre su uso recreativo, a pesar de que la demanda global de productos cannábicos sigue en aumento.
El turismo cannábico podría ser un motor para las economías locales, especialmente en áreas rurales donde los agricultores y emprendedores han comenzado a cultivar esta planta con fines legales. Desarrollar esta industria significaría brindar oportunidades laborales, aumentar los ingresos y revitalizar regiones que tradicionalmente han sido marginadas. El turismo cannábico, además de ser un dinamizador económico a plena certeza, representa también la oportunidad de romper con los estigmas sociales de nuestros campesinos y de nuestro propio país, como también de promover los discursos de paz, no solo entre seres humanos sino también entre los seres humanos y las sustancias a las cuales se les ha acusado de ser “matas que matan” de una manera completamente injusta.
Viajar con cannabis no es una experiencia nueva, pero sí transformadora. Muchas personas han encontrado en esta planta una compañera ideal para relajarse en la playa, disfrutar de los paisajes, o simplemente conectarse con el presente de una manera más profunda. El turismo cannábico, lejos de fomentar comportamientos irresponsables, invita a una experiencia más consciente y reflexiva. La marihuana amplifica los sentidos, haciendo que los sabores sean más intensos, los paisajes más cautivadores, y las conexiones humanas más profundas.
Colombia está en una posición única para convertirse en un referente mundial del turismo cannábico. Con su rica herencia cultural, sus paisajes incomparables y su producción de cannabis de alta calidad, el país tiene el potencial de crear experiencias turísticas auténticas y transformadoras. Pero para ello, es crucial dejar atrás los estigmas y reconocer que el cannabis no es el enemigo, sino una herramienta poderosa para el desarrollo económico, cultural y social.
Si te interesa saber más sobre actividades versadas en este tipo de temáticas ofrecidas por PazYando Por Colombia, escríbenos a través de nuestros diferentes canales y pregunta por ellas.