Por Simón Zamudio- Pazandante, biólogo y pintor
Cuando se viaja por Colombia vemos como miles de personas tanto nacionales como extranjeros quedan impresionados por el verde intenso de los paisajes, la cantidad de cuerpos y caídas de agua, la sinfonía de aves, anfibios e insectos que cantas en los bosques y selvas, zonas áridas que recuerdan tiempos arcaicos del planeta tierra y por su puesto sus pintorescas casas y gentes que hoy es inevitable separarlas del paisaje, hacen de este país la estrella de Suramérica.
Como biólogo he podido comprender que un paisaje puede ser lindo, estético y organizado, y vemos que bajo una perspectiva antropocéntrica y un tanto colonizadora, esa fue la imagen que se construyó de lo que debería ser un bosque o incluso un ecosistema. Lo cierto, es que lo perfecto no es amigo de lo bueno. Por lo menos no siempre; y en términos ecológicos esto se complica un poco.
En la medida que estudiaba biología me iba dando cuenta de como ciertos valores culturales y sociales generaban una valoración hacia la naturaleza, y paralelamente, mientras comencé a acercarme al arte, me di cuenta de que muchos de esos valores tenían que ver con lo estético. De hecho, en la universidad pocas veces nos hablaban de la conexión entre la naturaleza y lo que consideramos “bello”, pero recuerdo una clase donde nos hablaban sobre la importancia de consumir alimentos propios. Siendo un país megadiverso, consumimos un sinnúmero de frutas que nos son nativas, aunque hoy en día se cultiven aquí. Pero ¿por qué preferimos consumir alimentos de otros países y nos los de aquí?
Aquí comencé a darme cuenta de la influencia tan radical que había tenido la colonización sobre pensamiento colombiano, y evidentemente el colombiano como ser mestizo y colonizado seguía unos parámetros de que era lo correcto, lo que lo acercaba lo estético, a las élites, a los círculos excluyentes y privilegiados que han gobernado por mucho tiempo, y fue así como el estar más cerca al europeo y posteriormente al norteamericano estableció un paradigma que llegó a afectar de una manera inesperada nuestros ecosistemas.
No obstante, no todo ha sido un tema estético. Los bosques, la naturaleza y todo lo que nos rodea antes era menos comprendido. Los avances científicos han permitido entender mucho mejor las dinámicas ecológicas hoy en día y es evidente que ni los conquistadores, ni los republicanos tenían esas herramientas, más bien tendían a guiarse por textos como la biblia, que, por malas interpretaciones, afirmaban que toda la naturaleza estaba hecha para ser expoliada en función del hombre.
Volviendo a la biología y los paisajes colombianos, podemos imaginar un grupo de turistas que van a caminar por los senderos del norte de Cundinamarca, por ejemplo, los farallones de Sutatausa. Aquí se observan unas formaciones rocosas hermosas, que impactan a muchas personas por además permiten una panorámica de toda la sabana, sin embargo, cuando se conoce de botánica, un poco de geología y ciencias de la tierra, podemos ver que a nivel florístico hay pocas especies que componen el paisaje, casi siempre veremos acacias (Acacia dealbata, Acacia baileyana, Acacia melanoxylon), eucaliptos (Eucalyptus globulus, Eucalyptus pulverulenta) y pinos, cipreses o araucarias. Estas especies no son nativas y suelen acidificar y secar los suelos, generando un aumento en la erosión e impidiendo el crecimiento de otras especies. Si observamos el paisaje a un nivel geológico y su historia nos damos cuenta de que lo que era una sabana llena de ríos y quebradas ya no lo es y que la minería, procesos agroforestales y la ganadería extensiva ha llevado lo que antes eran grandes extensiones de bosque andino y humedales a pequeños relictos donde la fauna silvestre lucha por sobrevivir.
Lo increíble es que el paisaje nos sigue fascinando, aún cuando sabemos todas estas realidades un poco crudas. Es normal frustrarse cuando la ciencia y el conocimiento nos permiten entender mejor las cosas, sin embargo, lo que quiero dejar en claro aquí es que nunca es tarde puedo la naturaleza entiende mucho mejor que nosotros el cambio.
Por otro lado, nosotros somos naturaleza hacemos parte de ella y si comenzamos a valorar el beneficio que nos traen estos lugares aún cuando ya no tienen un equilibrio ecológico natural, podremos realizar acciones que tengan repercusiones positivas en unos años. Los procesos naturales a una escala humana son lentos, pero se ha demostrado que en 15 o 20 años, personas que compran terrenos y los restauran tienen hoy en día bosques con vegetación nativa donde los animales vuelven a encontrar su hábitat y por lo tanto se logra retomar un equilibrio.
Ese es el potencial humano, y el turismo retributivo es una de las vías para poder generar un impacto positivo en nuestros paisajes. Tenemos que entender que un bosque tropical no solo es una selva caliente, hay ecosistemas fríos tropicales donde nace el agua. Tenemos que aprender que un ecosistema tropical se caracteriza por ser diverso y heterogéneo, cuando buscamos homogenizar el paisaje por dinero o estética estamos afectando el frágil equilibrio que existe entre todos los seres vivos y por lo tanto recursos como el agua se verán afectados, esto es frecuente al momento de la construcción de condominios, donde pretender generar una estética que habla de limpieza y desarrollo en medio de la montaña, pero más bien termina por verse como algo plástico y postizo que gentrifica a las poblaciones rurales y empobrece los ecosistemas.
Así que, si viajas y te topas con un alojamiento en medio de un bosque, donde tal vez no hay un prado perfecto para tomar el sol, sino más bien un humedal lleno de barro y mosquitos, ¡disfruta también! Hace parte de la aventura de conocer un país como Colombia, si puedes sembrar un árbol aprovecha ya que es una oportunidad única ser un humano consciente mientras viajas y conoces el mundo y si puedes escuchar a otras culturas que han estado vinculadas a la naturaleza por miles de años, no pierdas esa oportunidad ya que de la diferencia se aprende y saliendo de nuestra comodidad empieza un viaje verdadero, que es el viaje hacia una conciencia retributiva. Viaja por Colombia, disfruta sus quebradas, playas y selvas, aprende sobre sus plantas nativas, come frutas nuevas, atrévete a probar un cosido boyacense con cubios y chuguas, y comparte todas estas experiencias con la gente que quieres.